By Pablo Pardo
«Hollywood para empollones» (Hollywood for nerds).
Así es como muchos estadounidenses hablan de la capital de su país, Washington. Es decir, una ciudad en la que todo el mundo persigue la fama. Sin embargo, en vez de ser guapo, como en el Hollywood de Los Angeles, hay que dar la impresión de que se sabe de lo que se está hablando. Ahora, de finanzas. Ayer, de terrorismo. Mañana, de campañas electorales. O de energía. O de huracanes. En esta ciudad la última palabra de moda es Af-Pak(pronúnciese de un tirón: afpak). Ésa es la expresión que utiliza el equipo de Barack Obama para referirse a Afganistán y a Pakistán como si fueran un todo. Es un término que subyace a la cumbre entre los presidentes de esos dos países -Hamid Karzai y Alí Asif Zardari-y Obama el miércoles pasado. A Parag Khanna la idea de fusionar países no le convence. De hecho, él se ha convertido en una de las estrellas al alza de Washington gracias a su libro Segundo Mundo (editado en España por Paidós), en el que analiza prácticamente todos los países del mundo como entes diferenciados.
La tesis de Khanna es que los mercados emergentes, como India o Brasil, van a ser los que definan el siglo XXI. Esos países van a ser el terreno en el que las tres grandes potencias del siglo -EEUU, la UE y China- compitan. Y, al mismo tiempo, su creciente poder demográfico, económico y político va a hacer que esos países cada día influyan más en el mundo. Es una visión compleja y un poco historicista del siglo XXI, acaso algo inusual en un momento en el que el uso y abuso de la Teoría de Juegos ha hecho que muchos en EEUU consideren que la Historia sólo está para ignorarla. Frente a esa idea, Khanna recurre a gente como Spengler y Toynbee, dos historiadores tan alejados del debate político en EEUU como la Luna de la Tierra, para llegar a una conclusión inquietante: si alguna vez hubo un orden mundial, se ha acabado para siempre. Pregunta.- A usted a veces le meten en el saco de expertos en todo, con gente con nombres como Tom Friedman, de The New York Times y el Fareed Zakaria, de Newsweek y CNN. Algunos dicen que ese tipo de autores saben de todo un poco, pero carecen de profundidad. Respuesta.- El mundo se está quedando muy especializado entre expertos en clima, seguridad, pobreza, salud, finanzas -o una combinación de todos esos campos-. Así que ser un generalista -al estilo de Friedman, Zakaria o yo mismo- es en cierto sentido un lujo. Pero es importante tener en cuenta una cosa: aunque Friedman o Zakaria no sean grandes especialistas en un área concreta, animan a sus lectores a tratar de saber más del mundo de lo que intentarían si no leyeran sus columnas. P.- Gente como Friedman o Zakaria ¿tienen éxito a la hora de acercar la situación mundial a la opinión pública de EEUU, un país que no destaca precisamente por su interés por lo que ocurre fuera de sus fronteras? R.- No tengo claro que hayan tenido éxito en su esfuerzo de analizar lo que pasa en el mundo y transmitirlo al público estadounidense. La falta de interés de EEUU en los asuntos internacionales es a veces alucinante. Hay pocas evidencias de que la opinión pública de este país esté mejorando su información sobre lo que pasa en el mundo, sobre todo ahora que su primera preocupación es, comprensiblemente, la economía. P.- Precisamente, ¿cómo va a cambiar la crisis económica las relaciones internacionales? El 12 de febrero, en el Senado de EEUU, el director de Seguridad Nacional, Dennis Blair, dijo que ahora mismo la situación de la economía mundial es la mayor amenaza a la seguridad del país. R.- Normalmente, los burócratas hablan de cosas que saben que van a agradar a su audiencia, así que yo no me tomaría muy en serio las palabras de Blair. La crisis va a afectar a todo el mundo, aunque no necesariamente de forma negativa. Ése es el caso de China. Aunque siempre está la duda de cómo va a gastar los 1,3 billones de dólares [977.000 millones de euros] de su programa de estímulo económico, es un país que tiene un buen historial en aprovechar crisis financieras para expandir su influencia. En 1998, Pekín se sirvió de la crisis asiática para extender su influencia por la región, al reducir sus aranceles y ayudar así a sus vecinos que estaban al borde del colapso. Así que ahora no sería sorprendente que expandiera su influencia en otras regiones, como África. P.- La influencia china en África subsahariana es muy controvertida. Muchos afirman que, lejos de transformar la región, China simplemente quiere perpetuar el statu quo económico y político. R.- Sí, hay muchos problemas en su forma de actuar. No combaten la corrupción. Pero construyen infraestructuras, por ejemplo. Y eso es algo que África necesita. P.- La crisis también genera perdedores. R.- Sí, claro. Rusia es un buen ejemplo. El Kremlin va a tener que ser menos agresivo con algunos de sus vecinos, como Ucrania o los países del Cáucaso, simplemente porque Moscú no tiene tanto dinero. P.- ¿La crisis ha traído a Obama? A principios de septiembre, cuando la crisis explotó, el actual presidente iba por detrás de John McCain en las encuestas. R.- Yo creo que Obama habría ganado igual, con crisis o sin ella. En todo caso, no me deja de sorprender lo relativamente ajustado de su victoria, de apenas 7,2 puntos porcentuales. Pero hay una cosa que quiero dejar clara: ha sido el fracaso de las políticas de Bush, y no la crisis financiera, lo que ha provocado el cambio de la política exterior de EEUU. El cambio ya estaba en marcha durante el mandato de Bush. La apertura de un diálogo estratégico con China, el deshielo con Rusia, el diseño de la retirada de Irak… eran cosas que EEUU ya estaba haciendo en los últimos años de su presidencia. P.- La política exterior de Bush, ¿fue un fracaso total? R.- No es sólo que fracasara. Es que su eje central, que era la democratización de Oriente Medio, nunca se puso en práctica. La Unión Europea es mucho más efectiva. Europa ha logrado forzar grandes cambios en Turquía. El desarrollo económico del Norte de África se debe a los europeos. El Proceso de Barcelona ha ido muchísimo mejor que la Iniciativa de Asociación para Oriente Medio, un plan similar lanzado por EEUU que nunca funcionó. P.- Vamos a centrarnos en política concreta. Usted fue asesor de las Fuerzas Especiales del Ejército de EEUU en Afganistán. EEUU acusa a los aliados europeos de la OTAN de no hacer lo suficiente en ese país. ¿Qué pueden hacer los europeos? R.- Pueden expandir los Equipos de Reconstrucción Provincial [PRTs, según sus siglas en inglés, unidades militares destinadas a proteger y realizar misiones de desarrollo económico, de las que España cuenta con una en la provincia afgana de Badghis]. Deberían desarrollar más esas iniciativas, porque son importantes sobre el terreno y al mismo tiempo, de cara a sus opiniones públicas, muestran que el país no se somete a los dictados de EEUU ni lleva a cabo grandes operaciones militares. Lo que pasa es que a veceslos PRTs europeos son demasiado cautos, y se pasan meses sin salir de sus bases. P.- Obama se reunió el miércoles con los presidentes afgano y pakistaní, Hamid Karzai y Alí Asif Zardari. Algunos dicen que la reunión sólo subraya la confusión de Obama, que después de haber despreciado a Karzai ahora parece haberse dado cuenta de que no le va a quedar más remedio que seguir contando con él. R.- No estoy de acuerdo. Creo que Estados Unidos por fin tiene una estrategia en Afganistán que va más allá de los ataques militares arbitrarios. Obama quiere que Afganistán y Pakistán sean capaces de defenderse y de dirigir sus propios asuntos. Es cierto que esa estrategia revela lo débiles que son ambos Estados, pero es mejor ayudar a construir la capacidad de los otros que tratar de dominarlos. P.- Estados Unidos habla de enviar más soldados y descentralizarlos, creando bases más pequeñas dentro del territorio talibán. También quiere formar mejor a las Fuerzas Armadas afganas. Eso es lo mismo que hizo la Unión Soviética a partir de 1985 en ese país, y no sirvió para pacificarlo. R.- La diferencia es que el Gobierno comunista afgano no tenía legitimidad de ningún tipo. El Gobierno de Karzai es considerado por muchos afganos como ilegítimo, pero sólo debido a su ineficacia. Es una diferencia fundamental. P.- ¿Va a funcionar esa estrategia? R.- Es imposible saberlo. Lo que sí está claro es que necesitará tiempo. Por un lado, hay que tener claro que Afganistán se desestabiliza solo, sin la ayuda de Pakistán o de nadie. Por otro, que EEUU no tiene la capacidad para influir en Pakistán -lo que incluye hacer que determinados sectores de ese país dejen de apoyar a los talibán- igual que lo hace en Afganistán. Además, la ecuación política que ha funcionado en Pakistán durante 30 años ha dejado de ser operativa. P.- ¿Cuál era esa ecuación? R.- En Pakistán había tres grupos de poder: los islamistas -entre los que estaban los talibán-, los partidos civiles, más o menos seculares, y los militares. Durante 30 años, los islamistas y los militares cooperaron para dejar fuera del poder a los civiles. Ahora, esa alianza se ha roto. Al mismo tiempo, está quedando claro que el principio número uno de la política pakistaní, que afirmaba que el Ejército era la única institución capaz de garantizar la unidad del país, era una falacia. El Ejército pakistaní no es capaz de eso. P.- ¿Por qué? R.- Pakistán está siendo atacado en su retaguardia, en un área, con un estilo de guerrillas y por una ideología con la que nunca pensó que iba a tener estos problemas. Incluso en el caso de que la actual contraofensiva en el Valle de Swat (una zona que los talibán controlan desde diciembre pasado) tenga éxito, la clase política y militar pakistaní, y los partidos islamistas moderados y cercanos a EEUU deberán hacer mucho más para integrar política y económicamente a toda la población del país e inspirar así una cierta unidad nacional. Nunca antes tantos paquistaníes se habían referido a las provincias de Punjab y Sindh como el Pakistán verdadero, mientras hablaban de las otras dos provincias del país -Baluchistán y la provincia de la Frontera Noroeste- como el otro Pakistán. Ése es un signo muy preocupante del rumbo que ha tomado el país.